Se calcula que la toma de decisiones económicas abarca aproximadamente el 99% de todas las decisiones humanas, ya que -casi todo en la vida- incluye asignar (con algún tipo de “supuesta” racionalidad) nuestros recursos escasos (tiempo, dinero, bienes de capital, etc.) a los múltiples cursos de acción que nos gustaría seguir, pero que no podemos todos a la vez. Es la famosa escasez de los recursos, que el ser humano debe (de alguna manera) administrar. De hecho, importantes decisiones de vida tales como: cuándo casarse, dónde vivir, qué estudiar, cuántos hijos tener, etc., están teñido enormemente por lo económico. Hasta ahí todo bien… todos estamos de acuerdo, pero el tema se pone más espinoso cuando la ciencia económica moderna se las tuvo que ingeniar para modelizar esa “racionalidad”, y terminó eligiendo un modelo demasiado racional, el del “homo economicus”, tan racional… que casi no parece humano. De esta forma, el supuesto del “homo economicus” (alta racionalidad de los agen