Hace unos años, hablar de innovación era hablar de personas. Edison con sus bombillas, Jobs con su iPhone, Musk con sus cohetes. La innovación parecía ser esa chispa misteriosa que brotaba de la mente humana y cambiaba el rumbo de la historia. Hoy, en cambio, los protagonistas son distintos: algoritmos que escriben novelas, diseñan edificios, descubren moléculas y hasta sugieren estrategias económicas. La pregunta incomoda y fascina a la vez: ¿puede un algoritmo innovar? La creatividad humana bajo la lupa La neurociencia ha demostrado que la creatividad no es magia, sino coordinación cerebral. Por un lado, la “red de modo por defecto” dispara ideas locas y asociaciones libres; por otro, la “red ejecutiva central” filtra, selecciona y ordena. De esa danza surge la innovación. Lo curioso es que las IA funcionan de forma parecida: generan miles de opciones y luego, con criterios de valor y probabilidad, eligen las que tienen más sentido. En cierto modo, estamos entrenando a las ...
Un clic para elegir pareja. Otro clic para invertir tus ahorros. Uno más para que el GPS te diga por dónde ir. Parece que todavía decidimos, pero en realidad, en la mayoría de los casos, ya no lo hacemos nosotros: delegamos. Y lo hacemos con una naturalidad tal que apenas lo notamos. Vivimos la transición silenciosa del Homo Sapiens al Homo Algorithmicus : una criatura que no solo usa algoritmos, sino que piensa, actúa y hasta siente según las lógicas que estos le imponen. No es ciencia ficción; es la vida diaria de millones de personas que confían más en la pantalla que en su propia intuición. Delegar no es nuevo. Siempre lo hicimos: en un médico, en un asesor financiero, en un maestro. La diferencia es que antes había un rostro, una voz, una historia detrás de esa delegación. Ahora, la mayoría de las veces, la decisión viene de un código opaco, una caja negra cuya lógica apenas entendemos, pero a la que otorgamos una confianza casi ciega. La economía conductual nos...