Ir al contenido principal

LOS ÍNDICES DE SENTIMIENTO COMO HERRAMIENTA PARA MEDIR EL INCONSCIENTE COLECTIVO DE LOS MERCADOS

 

Durante décadas, la economía financiera intentó explicar los movimientos de los mercados a partir de variables visibles: tasas de interés, balances, flujos de capital, política monetaria. Sin embargo, una y otra vez, los precios se movieron antes. O se movieron sin razón aparente. O reaccionaron con una intensidad que ningún “fundamento” justificaba del todo. Ahí aparece una idea incómoda pero cada vez más evidente: los mercados también tienen un inconsciente.

No un inconsciente en el sentido clínico o individual, sino uno colectivo, difuso, emergente. Un espacio donde se acumulan miedos, expectativas, relatos, negaciones y euforias que no siempre se expresan de manera racional, pero que terminan impactando en precios, spreads, volatilidad y decisiones de inversión.

Los índices de sentimiento surgen precisamente como un intento de capturar aquello que durante mucho tiempo quedó fuera de los modelos tradicionales: el estado emocional agregado de los agentes económicos. Encuestas de confianza, indicadores de optimismo o pesimismo, análisis de noticias, redes sociales, discursos políticos y financieros. Todos ellos buscan responder una pregunta simple y a la vez profunda: qué está sintiendo el mercado, más allá de lo que dice explícitamente.

A diferencia de los indicadores duros —inflación, déficit, reservas— el sentimiento no mide hechos consumados, sino percepciones, anticipaciones y narrativas. Y como bien sabemos desde la economía conductual, las decisiones no se toman sobre la realidad objetiva, sino sobre la realidad percibida. En ese sentido, el sentimiento opera como una variable adelantada, una señal temprana de tensiones que todavía no se materializaron en los datos.

Aquí la analogía con el inconsciente se vuelve especialmente potente. En el psicoanálisis, el inconsciente no es solo lo reprimido, sino también lo no elaborado, lo no dicho, aquello que aparece desplazado o disfrazado. En los mercados ocurre algo similar: riesgos que no se mencionan, pero se reflejan en primas más altas; confianzas excesivas que no aparecen en los informes, pero inflan valuaciones; miedos políticos que no se explicitan, pero ensanchan spreads soberanos.

Los índices de sentimiento funcionan entonces como una vía de acceso indirecta al inconsciente del mercado. No capturan certezas, sino climas. No miden hechos, sino tensiones latentes. Detectan cambios de tono, palabras recurrentes, silencios significativos. Señales débiles que, acumuladas, terminan condicionando el comportamiento agregado.

Otro elemento clave es la memoria. Los mercados recuerdan, aunque a veces finjan olvidar. Crisis pasadas, defaults, devaluaciones, burbujas. Esa memoria no siempre está en los modelos, pero sí en el lenguaje. Cuando ciertas palabras vuelven a aparecer —“incertidumbre”, “riesgo”, “sostenibilidad”, “shock”, “rescate”— no lo hacen al azar. Activan recuerdos colectivos, asociaciones emocionales, respuestas casi automáticas. Desde esta perspectiva, el análisis de sentimiento no solo mide el presente, sino que captura resonancias del pasado proyectándose sobre expectativas futuras.

Pensar los mercados únicamente como mecanismos racionales de asignación de recursos es, a esta altura, una simplificación peligrosa. Los precios no solo descuentan flujos; descuentan estados de ánimo. Por eso, los índices de sentimiento no vienen a reemplazar al análisis fundamental, sino a complementarlo, incorporando una dimensión largamente subestimada: la emocional, simbólica y narrativa.

Comprender el inconsciente de los mercados no permite predecir con exactitud, pero sí interpretar mejor los desvíos, anticipar cambios de régimen y entender por qué, muchas veces, el mercado “se equivoca” de manera sistemática. Tal vez el desafío de la economía financiera contemporánea no sea solo mejorar modelos, sino afinar la sensibilidad. Aprender a escuchar lo que el mercado no grita, leer entre líneas, detectar climas antes que datos.

Porque en un mundo hiperconectado, volátil y profundamente narrativo, los precios ya no se mueven solo por fundamentos, sino por emociones que recién estamos empezando a medir. Y como todo inconsciente, el del mercado no se ve.

Pero actúa.

 

Bibliografía y lecturas recomendadas

·       Akerlof, G. A., & Shiller, R. J. (2009). Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters for Global Capitalism. Princeton University Press.

·       Baker, M., & Wurgler, J. (2006). Investor sentiment and the cross-section of stock returns. The Journal of Finance, 61(4), 1645–1680.

·       Baker, M., & Wurgler, J. (2007). Investor sentiment in the stock market. Journal of Economic Perspectives, 21(2), 129–152.

·       Barberis, N., Shleifer, A., & Vishny, R. (1998). A model of investor sentiment. Journal of Financial Economics, 49(3), 307–343.

·       Byung-Chul Han. (2014). Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder.

·       De Bondt, W., Muradoglu, G., Shefrin, H., & Staikouras, S. (2008). Behavioral finance: Quo vadis? Journal of Applied Finance, 18(2), 7–21.

·       Jung, C. G. (1968). The Archetypes and the Collective Unconscious. Princeton University Press.

·       Shiller, R. J. (2017). Narrative economics. American Economic Review, 107(4), 967–1004.

·       Shiller, R. J. (2019). Narrative Economics: How Stories Go Viral and Drive Major Economic Events. Princeton University Press.

·       Tetlock, P. C. (2007). Giving content to investor sentiment: The role of media in the stock market. The Journal of Finance, 62(3), 1139–1168.

·       Thaler, R. H. (2016). Misbehaving: The Making of Behavioral Economics. W. W. Norton & Company.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fractales Financieros

  Los mercados financieros, tan complejos como impredecibles, han sido durante décadas el epicentro de estudios que buscan entender sus misterios. Uno de los enfoques más intrigantes para analizar su comportamiento proviene de una disciplina inesperada: la geometría fractal. Los fractales, esos patrones repetitivos que encontramos en la naturaleza —desde los copos de nieve hasta los meandros de un río— también están presentes en el mundo financiero. Pero, ¿qué significa esto? En esencia, los fractales sugieren que, detrás del aparente caos de los precios de las acciones, las divisas o las criptomonedas, existen estructuras subyacentes que se repiten a distintas escalas de tiempo. Fue Benoît Mandelbrot, matemático pionero, quien primero observó que los precios de los activos financieros no se mueven de forma completamente aleatoria, sino que tienen algo en común con las nubes que no son perfectamente esféricas o las montañas que no son completamente lisas: un carácter fractal. ...

LO MISMO PERO DIFERENTE: EL EFECTO ENMARQUE

El efecto enmarque es uno de los tantos sesgos cognitivos de nuestra mente, humana y poco racional, en el que el cerebro toma decisiones sobre determinada información según cómo se le presenta la misma. Dicho efecto se usa a menudo en el marketing para influir en los responsables de las decisiones y en las compras, aprovechando la tendencia de las personas a ver la misma información, pero responder a ella de diferentes maneras, dependiendo de si una opción específica se presenta en un marco positivo o en un marco negativo.  ¿Cuál de estos productos elegiría: uno presentado como con 95% de efectividad, o el mismo con un 5% de falla? La mayoría de las personas es más probable que elija la primera opción, aunque las dos opciones sean idénticas. El modelo económico estándar predice que las personas siempre tomarán la misma decisión si se les muestran los mismos resultados, al maximizar la utilidad esperada. En su innovador estudio de 1979, Amos Tversky y Daniel Kahnemann, ambo...

Marcadores Somáticos: Atajos para la Toma de Decisiones

La hipótesis del marcador somático, de la mano de Antonio Damasio, ha sido muy relevante al momento de comprender el papel que juega la emoción en la toma de decisiones. La idea consiste en que las consecuencias de una decisión producen en la persona una determinada reacción emocional que es subjetiva, que se puede “vivenciar”, y que a su vez es somática, es decir se traduce en reacciones musculares, neuroendócrinas o neurofisiológicas. Esta respuesta emocional a su vez se puede asociar con consecuencias, ya sean negativas o positivas, que se repiten con cierta constancia en el tiempo y que provoquen dicha respuesta. Este mecanismo de asociación es el que produce lo que Damasio llama “marcador somático” y que influye en las decisiones a tomar a futuro. De esta manera, la reacción emotiva pasada influye en la toma de decisiones futura, posibilitando la anticipación de las consecuencias y guiando el proceso de resolución final. En este sentido se afirma que los marcado...