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Neuroeconomía y la Raíz del Valor en el Cerebro

A nivel económico, las personas permanentemente estamos eligiendo entre distintas alternativas para satisfacer nuestras necesidades, sujetos a nuestra restricción de ingreso (el bolsillo). Es la famosa dimensión económica de la toma de decisiones humana, que abarca la mayoría de nuestras acciones diarias. De esta forma, que una persona finalmente termine eligiendo la alternativa A, por sobre la B o la C, por ejemplo, dependerá de la recompensa esperada de cada alternativa (utilidad esperada en economía), siempre en función de la ya mencionada restricción del ingreso. 

A nivel neurobiológico, lo que hacemos como consumidores es obligar a nuestro cerebro a tomar en consideración los muchos atributos diferentes de cada opción (color, tamaño, sabor, etc.), para determinar el valor de cada uno de dichos atributos, y combinarlos en una representación coherente de valor total (utilidad cardinal) de cada alternativa, que permita comparación con cualquier otra opción posible. En la medida que nuestras opciones sean consistentes, el cerebro debe permitirnos representar los valores de muchos tipos diferentes de recompensas en una escala común para comparar y elegir.

La Economía, como ciencia, en general no contradice el proceso recién descripto a nivel neurobiológico, salvo el hecho de que presupone valores de utilidad no medibles intrínsecamente (de ahí que las preferencias sean solo "reveladas"), ante la imposibilidad de analizar el proceso de valoración de opciones dentro del cerebro (nuestra caja negra). De esta forma, para armar sus modelos teóricos, la Economía presupone una racionalidad humana ultra maximizadora (homo economicus), lo que no es real.

De esta forma, y para tratar de achicar el gap entre la economía del consumidor teórico y la economía del consumidor verdadero, en los últimos 15 años, de la mano de las Neurociencias Cognitivas, se han venido dando una gran cantidad de estudios "intrusivos" en el cerebro de las personas, los cuales sugieren determinadas áreas del cerebro (como el estriato ventral y la corteza prefrontal media) como los responsables de codificar valores de recompensa (utilidad medible cardinalmente) para cada alternativa de decisión posible. Es decir, la Neuroeconomía estaría en el camino de hallar las raíces neurales del valor económico, aquello que siempre se pensó como imposible. Recordemos al gran neoclásico Stanley Jevons: "I hesitate to say that men will ever have the means of measuring directly the feelings of the human heart". Hoy podemos decir que Jevons estaba equivocado.

Las raíces del valor en el cerebro

Paul Glimcher, de la New York University, y quizás el neuroeconomista más importante en la actualidad, llevó a cabo (junto a su equipo de investigadores) un meta-análisis de estudios de imagen de resonancia magnética funcional humana (fMRI) ya realizados, donde se sugiere que las cortezas ventromedial prefrontal y órbito-frontal, pueden ser consideradas como que representan el valor de casi todos los tipos de recompensa de decisiones, en una escala común que permite comparar y elegir. Por supuesto, esto no quiere decir que las valoraciones sólo se producen en esta zona, pero estaría claro que las pruebas de resonancia magnética funcional disponibles indican claramente la existencia de una red de valoración común, al menos en esta zona.


Continúa Glimcher que en el transcurso de la última década ha habido un gran número de estudios que han relacionado la magnitud de las recompensas de valoración (utilidad cardinal) para muchos tipos de elecciones, y esencialmente todos ellos identifican la corteza medial pre-frontal, el cuerpo estriado ventral y la corteza cingulada posterior como correlacionados con estas magnitudes de recompensa. 

Valoración y cerebro

En su conocido modelo “de dos etapas”, Glimcher por un lado analiza el aspecto de valoración de alternativas (utilidad cardinal de cada objeto o acción posible) –etapa de valoración- y por el otro analiza la decisión concreta a elegirse, es decir la etapa de decisión. Veamos algunos puntos interesantes de la etapa de valoración:

  • en primer lugar, los mencionados “dos sistemas o etapas”, VALORACIÓN y DECISIÓN, no serían comportamientos estancos, ya que hay cierta evidencia empírica de que algunas características de nuestro proceso de valoración (nuestra función de preferencia) son atribuibles a procesos mecánicos intrínsicamente ligados a la etapa de decisión; 
  • en otra característica interesante, hoy un alto número de estudios muestra que determinadas zonas del estriato ventral y de la corteza frontal “aprenden” y “representan” las valoraciones (preferencias) aún cuando el “aprendizaje” sea pasivo, es decir, aún cuando la persona no se encuentre ante una acción u objeto puntual sobre el que tiene que decidir; 
  • los valores (preferencias) asignados a objetos y acciones se “aprenderían” mediante “prueba y error”, donde las neuronas dopaminérgicas de nuestro cerebro medio jugarían un rol fundamental, en especial a través del concepto del reward prediction error (la diferencia entre la recompensa esperada de un curso de acción determinado y la realmente alcanzada), error que se iría acotando cada vez más gracias al mencionado “aprendizaje”; 

  • en Neuroeconomía se propone el concepto de “valor subjetivo” (VS), pero en forma cardinal, en lugar del tradicional concepto de “utilidad” de la teoría tradicional, que es ordinal; 
  • el VS se mide en función de la tasa de “encendido de neuronas” –neuronal firing rates- que se produce en determinadas zonas del cerebro ante la percepción de cada objeto o acción alternativa a elegir (por ejemplo las opciones A, B y C para ir de vacaciones), donde los investigadores analizan dicho “encendido neuronal” a partir del scanners cerebrales u otros instrumentos de medición; 
  • la elección de la alternativa definitiva al tomar una decisión (la alternativa A para ir de vacaciones), se daría luego de comparar los VS relativos entre las distintas opciones, luego de un “ensuciamiento” del proceso por “ruido”; 
  • el “error de predicción de recompensa” –EPR- de una alternativa elegida estaría dado por la diferencia entre el VS esperado y el VS obtenido al tomar la decisión (por ejemplo de la alternativa A para ir de vacaciones); y a través del acotamiento de dicho EPR es cómo nuestro cerebro iría mejorando su sistema de valoración, de esta forma, cada vez va equivocándose menos; 
  • la evidencia empírica (y las hipótesis de trabajo) hoy disponibles sugieren que dos áreas cerebrales parecen contener todas las neuronas requeridas para extraer VS para cualquier objeto y acción: el estriato ventral y la corteza prefrontal media, y en particular el estriato ventral (cuerpo estriado) para acciones y la corteza prefrontal media para objetos; 



  • pero una cosa es la extracción de SV (o sea, el otorgar valor a las opciones A, B y C antes de tomar la decisión) y otra su almacenamiento (una vez tomada la decisión de elegir A), a los fines de ser usado en posteriores decisiones; 
  • de esta forma, los SV calculados en las áreas mencionadas en el ítem anterior se almacenarían en un área mucho más amplia que la del estriato ventral y la corteza prefrontal media, que habíamos visto participan casi exclusivamente cuando se otorga SV por primera vez a una opción; 
  • lo que llevaría a concluir que cuando un SV (ya almacenado) es representado en nuestro cerebro (por ejemplo, ante la decisión de adónde ir de vacaciones el año que viene, no este año), reflejaría actividad en áreas tales como: el sulcus inferior frontal, la ínsula, la amígdala, el cíngulo posterior, el sulcus temporal superior, el núcleo caudado, el putamen y la corteza prefrontal dorsolateral, y obviamente el estriato ventral y la corteza prefrontal media; es decir un área mucho más amplia que la participante en la valoración inicial de la opción; 
  • el output de la ETAPA DE VALORACIÓN no sólo es input de la ETAPA DE DECISIÓN, sino que también se observaría el camino inverso, ya que habrían numerosos circuitos de decisión interconectados con importantes áreas de valoración, como por ejemplo los ya mencionados corteza frontal y ganglios basales; o sea el proceso no sería lineal ni aditivo, sino bastante más complejo, pero unitario; 

  • Glimcher embate contra conductualistas como el premio nobel Kahneman, entre otros, que proponen la existencia de dos sistemas relativamente independientes que regularían la toma de decisiones, una asociada a lo emocional (el área límbica) y el otro más racional (principalmente la corteza cerebral); 
  • de esta forma, Glimcher critica los modelos de racionalidad “múltiples yo”, donde generalmente se describe al área comprendida por los ganglios basales y la corteza media prefrontal como un módulo emocional, que interactúa (aditivamente) con un segundo sistema organizado alrededor de la corteza parietal posterior y la corteza prefrontal dorsolateral, que formarían un módulo racional; 
  • es decir, habría una estructura globalmente involucrada en actividades de valoración (ETAPA DE VALORACIÓN) y no una estructura manejada exclusivamente por la emocionalidad; 
  • por supuesto, concluye Glimcher, las emociones verdaderamente influencian nuestra toma de decisiones, en especial en la ETAPA DE VALORACIÓN, pero de ninguna manera habrían “múltiples yo”, es decir, lo emocional por un lado determinando valoraciones (utilidades) de objetos y acciones, y lo racional por el otro lado, decidiendo cuál es la mejor opción y dando la orden para ejecutar; 

El modelo de valoración tradicional de la economía


El sistema neuropsicológico que sostiene nuestra toma de decisiones parecería ser un “poquito” más complejo que la simplificada versión de la economía neoclásica, basada esta última (en su versión más básica) en curvas de utilidad ordinales, que luego son enfrentadas con la restricción del ingreso de cada consumidor, para poder determinar qué cantidades se consumen de cada bien y servicio, derivando de este modelo las respectivas curvas de demanda de cada uno de ellos.


Indudablemente este modelo neoclásico, con supuestos irreales, ha sido enormemente útil para hacer ciencia, dada su simplicidad; sin embargo, a través de este modelo de Glimcher (y otros que también se vienen haciendo), podemos apreciar que nos estamos acercando a medir la verdadera utilidad que cada persona obtiene de cada bien o servicio, el llamado VS (valor subjetivo), que se observa en nuestros cerebros en función del grado de “encendido neuronal” que se genera cuando percibimos y evaluamos dicho bien o servicio para adquirirlo o no; y además que dicha utilidad o VS es cardinal, y no solo ordinal, y que se “aprende”, es decir, como proceso mejora día a día gracias a nuestra “plasticidad neuronal”. O sea, ante esta nueva evidencia empírica, ¿se seguirán sosteniendo los viejos modelos neoclásicos. No lo sabemos.

Concluyendo

En este momento, científicos de muchos campos, nucleados a través de la llamada Neuroeconomía, tienen como objetivo desarrollar una teoría unificada del valor y la elección. Esta área de investigación, de rápido crecimiento, nos ayudará a comprender no sólo algunos de los principios básicos sobre cómo funciona el cerebro al momento de determinar los precios relativos, sino también ayudará a entender y tratar los problemas de patologías de la elección, como son la adicción, la ludopatía y la obesidad.



Fuentes

Levy, D.J., Glimcher, P.W. (2012), The Root of All Value: a neural common currency for choice, Current Opinion in Neurobiology.
Kahneman D. (2009), Remarks on Neuroeconomics, incluido en Neuroeconomics, Decision Making and the Brain, Elsevier.

Autor: Sebastián Laza (economista UNCuyo, MBA en UTN, y posgrado en Neurociencias Cognitivas Aplicadas en UNLP) 


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