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AL NORTE DEL POLO NORTE SE ACABÓ EL NORTE

Las Ciencias de la Naturaleza han desarrollado sistemas de medición de materia, espacio, tiempo y movimiento que han moldeado nuestra manera de ver el mundo, y nos han ayudado a armar nuestros marcos de referencia físicos. Y si bien la relatividad de Einstein primero, y luego la Física Cuántica, con el principio de incertidumbre de Heisenberg, la idea de entrelazamiento cuántico y demás hallazgos modernos han complejizado la Física, las ideas de Norte y Sur han seguido siendo claras para la gente común, siempre y cuando nos movamos dentro del planeta Tierra, ya que si nos salimos de ella encontraremos que más allá del Polo Norte se acabó el Norte, solo hay espacio exterior, lo mismo que en el Polo Sur.

Al igual que en el mundo de las Ciencias Naturales, en Economía (la Física de las Ciencias Sociales) también se utilizan marcos de referencia probabilísticos como en Física Cuántica, dada la intrínseca imprevisibilidad de la acción humana. Por ejemplo, tanto la oferta como la demanda de cualquier bien o servicio (real o financiero) tienen incluido algún grado de proyección futura del escenario económico, en función del algún cálculo de probabilidad, basado en algún marco de referencia. De hecho, todo el sistema de precios relativos de la economía está construido de esa forma, para poder responder a cuestiones tales como ¿qué es caro y barato? ¿qué es rentable producir? ¿qué es más o menos riesgoso? En el mundo económico se necesitan anclas, es decir puntos de referencia para comparar cantidades, precios, salarios, tipos de cambio. Estas anclas son como el Norte, o el Sur en la Física, puntos de referencia, siempre relativos, enmarcados en algún contexto determinado, que puede cambiar.



Y allí nos metemos con la inflación, es decir, la dinámica de los precios. Algunos científicos, provenientes de las Ciencias del Comportamiento, han sostenido que en el fondo “la inflación no sería directamente monetaria, sino un fenómeno autoconstruido en la mente de la gente, a partir de modelos mentales monetaristas”. La inflación, más de allá de sus estrechos vínculos con la emisión monetaria, sería una cuestión de expectativas y de perspectiva, de marcos de referencia autoconstruidos por nuestra mente, ex ante a la emisión monetaria, no ex post. La emisión no generaría la inflación, sino la convalidaría, en la visión de algunos científicos comportamentales.

Tomemos por ejemplo la inflación proyectada para un país X, supongamos del 100% anual, dado el marco de referencia mental de empresarios (precios) y sindicalistas (salarios), en función del funcionamiento estructural de dicha economía (niveles de déficit fiscal y tipo de cambio real, entre otros). De esta forma, como profecía auto-cumplida, y mientras no cambien los supuestos que armaron el marco de referencia, los salarios van a aumentar en dicho año, en promedio, muy cerca de ese porcentaje y los precios también. Luego, la emisión monetaria, a lo largo del año, va a ir convalidando el proceso, para financiar ese aumento de la nominalidad transaccional esperada. Pero primero estuvo el marco de referencia en la mente del mercado (expectativa, perspectiva), y luego vino la emisión monetaria que convalidó. 

La cuestión es siempre igual: expectativa del mercado (marco de referencia) versus convalidación del Banco Central. Por supuesto que expectativas y marcos de referencia del mercado se forman en función del pasado, y de lo que se puede escudriñar a futuro, bastante coincidente con la idea de expectativas racionales (R. Lucas), si bien incorporando los sesgos (teoría de expectativas racionales acotadas). 

En síntesis, la Economía sería un gran juego de marcos de referencia mentales, cambiantes (expectativa, perspectiva), del mercado, que luego serían convalidados o no por los Bancos Centrales. De esta forma, al igual que en el mundo físico se determina que es rápido y lento, que está al Norte o al Sur, a partir de sus marcos de referencia relativos, en el mundo económico la relatividad lo da la propia mente de los agentes económicos, con sus marcos de referencia autoconstruidos en el cerebro, luego convalidados o no por los Bancos Centrales. Es por todo esto que campos como la Economía de la Conducta y la Neuroeconomía revisten cada vez mayor interés para entender la realidad de los mercados. 



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