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Nociones Básicas en Neurofinanzas

En el afán de buscar mejores fundamentos sobre la toma de decisiones financieras, y valiéndose del actual boom de las Neurociencias, ha surgido una moderna área de estudio, las Neurofinanzas, donde el uso de imágenes de resonancia magnética, en personas durante situaciones reales de inversión (o apuestas) de riesgo, es fundamental. 

Por ejemplo, hoy las neurociencias muestran que las circunstancias que acompañan a una decisión de apostar/invertir dinero, rara vez son independientes de la inversión/apuesta en sí. Las oscilaciones de los mercados de valores, o la constante variabilidad de los juegos de apuestas (caballos, casino, etc.), impactan notablemente en la cantidad de riesgo que la gente está dispuesta a tomar, aumentándolo.



De esta forma, observaciones mediante escáner cerebral, indican que el aumento de la toma de riesgos en apuestas/inversiones estaría correlacionado con la reacción emocional causada por estar un individuo inmerso en una situación de apuestas volátiles, lo que hace que la actividad reflexiva-deliberativa disminuya. 


Adicionalmente, y también a partir de las Neurociencias, hoy se tiene bastante claro que las elecciones financieras que hacemos son influenciadas por nuestras experiencias anteriores, formando lo que se llaman marcadores somáticos. La hipótesis del marcador somático, se la debemos al neurólogo portugués Antonio Damasio, que propuso una forma de explicar cómo las emociones afectan a la hora de tomar decisiones complejas (entre ellas las inversiones financieras). 


Marcadores somáticos

Según Damasio, nuestras experiencias previas nos hacen almacenar en el cerebro una serie de sensaciones (debidas a respuestas musculares y hormonales) agradables o desagradables relacionadas con ciertos estímulos. Esta relación entre estímulo y estado emocional es lo que se denomina marcador somático. Enfrentados a la tarea de tomar una decisión de inversión en un contexto de riesgo o incertidumbre, un estímulo similar al de experiencias anteriores desencadenaría en nuestro cuerpo la liberación de un determinado marcador somático. 

Así, las opciones por las que nos decantamos son aquellas asociadas a marcadores somáticos agradables, y evitamos las que el marcador somático asocia con resultados adversos. Este proceso, acelera notablemente la toma de decisiones, siendo una especie de atajo para el cerebro, a los fines de evitar invertir excesivos recursos deliberativos en toma de decisiones que requieren rápida respuesta. Demás está decir, que en materia de decisiones financieras en mercados de valores (o en casinos y lugares de apuestas), la inmediatez es permanente, y estos atajos cerebrales, entonces, se vuelven de gran utilidad.

Aversión a la pérdida

Otro concepto interesante, de la mano de los nobel Kahneman y Tversky, explica el concepto de aversión a la pérdida, es decir la idea de que las pérdidas de un monto x nos hacen proporcionalmente más daño con respecto a la felicidad producida por las ganancias de ese mismo monto x. O sea, sería más que proporcional el dolor por la pérdida (gasto) de u$s 500, que la felicidad por ganar (recibir) u$s 500.

Las pérdidas financieras son procesadas en partes del cerebro que son responsables de la red de dolor. Una de estas áreas es la amígdala (el centro del miedo). Por ejemplo, los pacientes con amígdalas dañadas está comprobado no tienen miedo a las pérdidas y con frecuencia toman altos riesgos financieros, que personas normales no hacen.


¿Inversores irracionales?

Hay muchos aspectos de la vida en los que cometemos errores al tomar decisiones, inclusive a veces muy groseros. Está comprobado que, inclusive en temas en los que tenemos cierta experiencia, solemos tropezar de vez en cuando, de manera casi inexplicable. Según muchos economistas, en el mundo de las apuestas financieras (mercados de valores, casinos, etc.), dichos errores repetitivos suelen ser abundantes, lo que alimenta el debate sobre cuan racionales son los inversores a la hora de armar sus portfolios.

En general, las neurociencias parecen indicar que nuestro cerebro no está diseñado para performances sobresalientes en decisiones financieras complejas, inclusive los cerebros de la gente que ha estudiado finanzas a nivel universidad. Se sabe que el cerebro humano ha ido desarrollándose durante millones de años, pero que durante la mayor parte de nuestra historia como civilización, fue adaptado para gente que solo cubría necesidades básicas: buscar comida, reproducirse y defender el territorio, no mucho más que eso. No fue sino hasta los últimos 200-300 años que el mundo se complejizó de una manera exponencial, surgiendo, entre otras, las decisiones financieras en mercados de valores, lo que ha implicado la necesidad de conexiones neuronales refinadas para decisiones cada vez más riesgosas, pero igualmente, buena parte del resabio primitivo de nuestro cerebro se ha mantenido casi inalterado.

Algunos opinan que si algunos inversionistas son demasiado optimistas y otros son demasiado pesimistas a la vez, el mercado debería poder encontrar su punto medio, compensando, y tendiendo en promedio hacia la racionalidad. Sin embargo, la evidencia empírica en Finanzas pareciera mostrar que los errores individuales de inversión se suelen mover en la misma dirección y también a producirse más o menos al mismo tiempo, es decir, que no es que los inversionistas irracionales estarían perdiendo dinero contra los arbitrajistas más racionales, sino que los yerros, en determinadas situaciones, serían generalizados (recordemos los pánicos financieros, con comportamientos de manada, que tantas veces no justifican racionalmente semejantes desplomes del mercado, o semejantes burbujas).

Es decir, no sería que los inversores son irracionales porque no saben calcular costos y beneficios futuros (la parte más deliberativa del cerebro) en situaciones controladas (un examen de universidad, por ejemplo), sino que dichos cálculos se nublarían, en la práctica, ante entornos demasiado volátiles y riesgosos, generando comportamientos de manada y pánicos excesivos entre inversores, causados, en buena medida, por cerebros excesivamente dominados por sus raíces más primitivas (las partes más emocionales).

El cerebro predice

Se ha descubierto también que el cerebro funciona con predicciones, contrariamente a la teoría previamente aceptada, de que reacciona a sensaciones que recoge desde el mundo exterior. De esta forma, las reacciones humanas serían tan solo la adaptación del cuerpo a las predicciones que el cerebro hace, basándose en el estado de nuestro cuerpo la última vez que estuvo en una situación similar (marcadores somáticos).

De esta forma, el cerebro trata de averiguar lo que significa una determinada sensación y lo que la está causando (por ejemplo una baja fuerte del mercado accionario), para luego definir qué hacer con ella, y así armar pensamientos, sentimientos, percepciones y decisiones, que lleguen justo cuando es necesario, y no un segundo después, pero claro, con errores de predicción y sesgos, que hacen que dichas decisiones puedan ser fallidas varias veces, hasta que el aprendizaje vaya perfeccionando la percepción, y la posterior acción.

Y en este proceso, es el tejido límbico (el emocional) el que dominaría, y luego dirigiría dichas predicciones hacia la corteza (la parte más racional del cerebro). Por ejemplo, cuando a una persona se le dice que imagine una manzana roja en su mente, áreas límbicas del cerebro envían predicciones a las neuronas visuales y hacen que se interconecten y disparen en diferentes patrones para que la persona efectivamente pueda "ver" esa manzana roja. El lector puede cambiar en este ejemplo a las manzanas rojas por papeles que cotizan en la bolsa, las conclusiones son las mismas. 

De esta forma, los inversores del mercado son los arquitectos de sus propias experiencias (marcadores somáticos), que parten del cerebro emocional, ya que las regiones límbicas del cerebro envían pero no reciben predicciones. Por lo tanto, nuestro cerebro estaría construido para que las cosas funcionen a la inversa del saber popular: no es "ver para creer", sino al revés, "creer para ver". O sea, el riesgo percibido de determinados títulos privados (riesgo corporativo), o de determinados países (riesgo soberano), serían construcciones mentales que nacen principalmente de la parte emocional de los cerebros de los inversores del mercado (o sea de sus partes límbicas), explicando en gran parte el por qué de tantos pánicos financieros, burbujas, sobrerreacciones y yerros en general, tan comunes en las bolsas de valores modernas. 

Error de predicción y valoración de alternativas

Relacionado con lo anterior, Paul Glimcher (quizás el neuroeconomista más reputado en la actualidad) sostiene que, en principio, los errores nacen de una no evaluación adecuada de la información que se dispone y, además, de construcciones imaginarias que no se corresponden del todo con la realidad (las predicciones que hablábamos arriba), sobreestimando las posibilidades reales que se tiene de ganar en juego de azar, o en inversiones financieras riesgosas.

Siguiendo al mencionado Glimcher, en el cerebro humano coexisten "dos sistemas o etapas”, uno de VALORACIÓN (donde se comparan alternativas) y otro de DECISIÓN (que elige una alternativa sobre otras). No serían compartimentos estancos, ya que algunas características del proceso de valoración (nuestra función de preferencias -utilidad-) serían atribuibles a procesos mecánicos intrínsicamente ligados a la etapa de decisión.
Dentro de ese contexto, un alto número de estudios muestra que determinadas zonas del estriato ventral y de la corteza frontal “aprenden” y “representan” las valoraciones (preferencias) aún cuando el “aprendizaje” sea pasivo, es decir, aún cuando la persona no se encuentre ante una acción u objeto puntual sobre el que tiene que decidir.

Y finalmente, las valoraciones (preferencias) asignadas a objetos y acciones (por ejemplo los portfolios a invertir) se “aprenderían” mediante “prueba y error”, donde las neuronas dopaminérgicas de nuestro cerebro medio (sistema de recompensa -ver figura arriba-) jugarían un rol fundamental, a través del concepto del reward prediction error (la diferencia entre la recompensa esperada de un curso de acción determinado y la realmente alcanzada), error que se iría acotando cada vez más gracias al mencionado “aprendizaje”.

Concluyendo

Dada la incesante búsqueda de perfeccionamiento en la toma de decisiones financieras (armado de carteras empresarias, finanzas personales, etc.), el surgimiento de las Neurofinanzas son muy bienvenidas, ya que se necesitan herramientas que ayuden a entender errores, sesgos y demás "irracionalidades" habituales en la formación de las expectativas que luego determinan los precios de los activos que cotizan en bolsa.

De cualquier manera, estos experimentos en ambientes controlados, con observaciones vía neuroimágenes y demás instrumentos de análisis, tan solo ayudan a empezar a entender mejor los mecanismos cerebrales subyacentes, si bien no necesariamente a corregirlos, ya que esto último forma parte principalmente de la adaptación de nuestro cerebro a la complejización del mundo que lo rodea, y eso se va logrando de a poco, en un proceso de prueba y error permanente.

Autor: Sebastián Laza (economista, MBA)

Fuentes

https://prezi.com/50gbo0-aqnye/neurofinanzas/
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3398008
http://www.swissinfo.ch/spa/cuando-el-estudio-del-cerebro-respalda-las-finanzas/6181664
http://eleconomista.com.mx/fondos/2015/02/04/finanzas-conductuales-psicologia-inversion
http://www.gestiopolis.com/neuroeconomia-modelo-glimcher-toma-decisiones-standard-back-pocket-model/


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