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Taleb y lo Antifrágil: Una Crítica desde la Neuroeconomía

¿Es bueno sobreproteger a empresas e instituciones para que perduren? Según el reconocido economista Nicholas Taleb, la sobreprotección en vez de ayudar a hacer algo más fuerte, al contrario, lo hace más débil. Al igual que los hijos sobreprotegidos, a aquellas organizaciones a quienes se priva de elementos de stress, a la larga se las vuelve más débiles. Y si bien la argumentación parece indiscutible, tiene una contradicción que desarrollamos más abajo.

Robusto vs antifrágil

Para Taleb, la antifragilidad va más allá de la resiliencia o la robustez. El resiliente resiste los golpes y permanece igual, en cambio el antifrágil se vuelve mejor con los golpes. La antifragilidad se hace fuerte con la aleatoriedad, la incerteza, lo volátil, lo desconocido, lo incomprensible y los errores. “Lo que no me mata, me hace más fuerte”, sería una buena frase para ejemplificar el concepto de antifragilidad de Taleb.

Según Taleb, las organizaciones (privadas, públicas, ONGs) deberían tender hacia patrones menos intervencionistas, donde lo natural tome su curso, y en especial, la aleatoriedad. Para él, el entorno de las organizaciones es mucho más complejo que lo que nuestra memoria o relato histórico pueden contar. Además, el sistema educativo y el aparato científico estarían diseñados, en su visión, para organizar todos los acontecimientos de manera lineal, simplificando demasiado.

De esta manera, si bien en la naturaleza la antifragilidad es la norma, el relato científico rechaza la antifragilidad, impidiendo muchas veces interferencias con cosas que no comprende, confundiendo lo desconocido con lo inexistente. Imposible no estar de acuerdo con Taleb en ese aspecto, pero claro... los científicos son seres humanos, de carne y hueso como todos los demás, cuyos cerebros buscan seguridades y regularidades, que acoten la incertidumbre ambiental. Ese es el fallo que noto en la argumentación de Taleb, y sobre ese punto es donde quiero profundizar.

Ganglios basales, rutinas y aversión a los cambios

En el cerebro humano existe una región que participa notablemente en la formación de rutinas y hábitos, Dado que adquirir una rutina supone un esfuerzo considerable, el cerebro almacena en su memoria la “plantilla” del hábito, para reactivarla ante la más mínima señal. Estos patrones se desarrollan y establecen en los llamados ganglios basales, cuyas funciones son esenciales en la adquisición de los hábitos, las adicciones y los procesos de aprendizaje.

Los hábitos nos ayudan en nuestra vida cotidiana, porque permiten que no tengamos que estar decidiendo cada uno de nuestros actos continuamente, y de esta forma reducir el consumo de energía en el cerebro. Rutinas constantes quedan de esa manera delimitadas antes de que nos pongamos manos a la obra, lo que nos hace ganar tiempo. De esta forma, lo natural es que el cerebro tienda más hacia lo rutinario que hacia lo desordenado y cambiante, lo que implica que haya que entrenarlo para lograr tender hacia lo que plantea Taleb (de hecho, muchas empresas internacionales hoy pagan onerosas capacitaciones para este tipo de programas de sus ejecutivos).


De esta forma, los hábitos surgen porque nuestro cerebro está siempre tratando de ahorrar esfuerzo mental: estos fragmentos de rutinas automáticas se almacenan en los ganglios basales, para que cuando ejecutemos una rutina automática, “trabajen” los ganglios basales, y el resto del cerebro “descanse”. O sea, el cambio permanente que plantea Taleb es antinatural para nuestro cerebro, salvo que lo entrenemos. La tendencia es hacia el órden, la rigidez y la permanencia, y no al revés; y en el fondo nuestras instituciones son la resultante de nuestro formateo cerebral. 

Más sobre las ideas de Taleb

Siguiendo con su noción de frágil-robusto-antifrágil, Taleb establece algunas comparaciones. La curiosidad es antifrágil, y los libros tienen la habilidad de multiplicarla. El sistema bancario es frágil, pero Silicon Valley, con su innovación permanente, es antifrágil. Las compañías alimentarias son frágiles, los restaurantes son antifrágiles. El burócrata es frágil, el emprendedor es antifrágil. Una persona que depende de un salario para vivir es muy dependiente de su organización y muy frágil por su nivel de dependencia. Un artista es antifrágil a causa de su independencia con respecto a un empleador.
Nicholas Taleb

De esta forma, Taleb critica todo tipo de intervencionismo estatal para salvar a sectores y empresas en decadencia, ya que eso mina el mecanismo generador de la antifragilidad, necesario para que el sistema innove y sea cada vez más productivo. Pero claro... el argumento choca contra una realidad: nuestros cerebros tienen una natural tendencia hacia la aversión al cambio, o sea, hacia lo que el reconocido economista denomina como frágil. Tamaña contradicción!!

Cerebro, error e incertidumbre

Adicional a nuestra natural tendencia hacia la rutina y la inflexibilidad, dominada por los ganglios basales en el cerebro, hay toda una cuestión de errores en nuestro proceso de toma de decisiones, en función de la incertidumbre de un mundo complejo (que bien describe Taleb), y también de nuestra escasa habilidad para analizar toda la información disponible (racionalidad acotada de Simon), que potencian la aversión al cambio del ser humano promedio. 

En general, las neurociencias parecen indicar que nuestro cerebro no está diseñado para performances sobresalientes en decisiones relativamente complejas, inclusive los cerebros de la gente que ha estudiado a nivel universidad. Se sabe que el cerebro humano ha ido desarrollándose durante millones de años, pero que durante la mayor parte de nuestra historia como civilización sirvió para gente que solo cubría necesidades básicas: buscar comida, reproducirse y defender el territorio, no mucho más que eso. No fue sino hasta los últimos 200-300 años que el mundo se complejizó de una manera exponencial, lo que ha implicado la necesidad de conexiones neuronales refinadas para decisiones cada vez más riesgosas y/o inciertas, pero igualmente, buena parte del resabio primitivo-emocional de nuestro cerebro se ha mantenido casi inalterado.
Paul Glimcher

Paul Glimcher, uno de los neuroeconomistas más reputados en la actualidad, sostiene que las valoraciones (preferencias) que asignamos a objetos y acciones se aprenderían mediante prueba y error, donde las neuronas dopaminérgicas de nuestro cerebro medio (sistema de recompensa) jugarían un rol fundamental, a través del concepto del reward prediction error (la diferencia entre la recompensa esperada de un curso de acción determinado y la realmente alcanzada), que se iría acotando gracias al aprendizaje. O sea, el cerebro predice, y se equivoca, generando errores, y si bien van disminuyendo con la experiencia, en un mundo tan cambiante como el actual, los aprendizajes son cada vez más continuos, y los yerros también. 


Es decir, hay al menos dos tendencias naturales en la dirección contraria a la antifragilidad que plantea Taleb: la acción de los ganglios basales (nuestra natural tendencia a rutinas y rigideces) y los problemas computacionales de nuestro cerebro para predecir/decidir sin yerros (racionalidad acotada), en un mundo cada vez más complejo y cambiante.

Concluyendo

Si bien estoy de acuerdo con lo que plantea Taleb sobre la importancia de la libertad y la búsqueda de riesgos para hacer robustos y antifrágiles a personas, instituciones y a la economía como un todo, es una propuesta difícil de aplicar para el formateo cerebral que tenemos hoy los seres humanos, y que, a la postre, determina nuestra conducta. 

La pregunta es por qué personas, instituciones y la sociedad en general tienden a caer en rigideces, rutinas e intervencionismo en general, que traba ese dinamismo que Taleb menciona como necesario para el éxito, la innovación y la productividad. Y la respuesta pasa por nuestro cerebro: el ser humano busca seguridades, bajos riesgos, convenciones y demás rigideces que lo tranquilizan y le dan ciertos equilibrios, que la flexibilidad y aleatoriedad permanente no le dan.

En el fondo, nuestro formateo cerebral es la resultante de miles de años de adaptación de la vida humana al medio ambiente donde vive, con un destacado rol a los ganglios basales para constituir rutinas y demás rigideces que nos tranquilizan ante tanta incertidumbre sistémica. Los cerebros adaptados para el cambio permanente son la minoría (y hay que entrenarlos), la norma es lo rutinario.

En síntesis, buen libro el de Taleb, pero con esa contradicción de fondo: plantea ciertas conductas libertarias como deseables para nuestras modernas sociedades, cuando nuestros cerebros, naturaleza humana e instituciones se han adaptado al mundo haciendo precisamente lo contrario, creando rutinas y rigideces que moderan la incertidumbre ambiental, cada vez más incrementada. La tendencia natural del ser humano es a buscar el orden, y no el desorden; nuestros cerebros están cableados de esa forma, no al revés. Esa es quizás la principal razón por la cual el Estado se mete tanto en la economía para atemperar los cambios, nuestros cerebros buscan gradualismo, no shock, aunque eso le disguste a los más liberales-librecambistas. 

Autor: Sebastián Laza (economista, MBA)

Fuentes:

http://www.agenciasinc.es/Noticias/El-cerebro-toma-decisiones-antes-de-observar-la-evidencia
http://www.goodreads.com/book/show/13530973-antifragile
http://www.agenciasinc.es/Noticias/El-cerebro-toma-decisiones-antes-de-observar-la-evidencia
http://www.een.edu/blog/cerebro-devenir-e-incertidumbre.html



Comentarios

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