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¿TENEMOS EL CONTROL DE NUESTRAS DECISIONES?

Si bien la mayoría de las personas cree tener un alto control de sus propias decisiones, la Neurociencia Cognitiva y la Economía del Comportamiento, entre otras disciplinas, cuestionan en cierta medida dicho postulado racional. ¿Es el cerebro de la corteza -eminentemente racional- quien decide lo que hacemos, o es tan solo quien ejecuta lo que ya viene decidido por nuestro sistema nervioso autónomo -emocional y subconsciente-? 

La respuesta no es sencilla, pero por el lado de la Behavioral Economics, tanto Simon como Kahneman y Thaler, todos premios nobel de Economía, llegan a un punto común: lo que se decide no atiende a la racionalidad fría y calculadora de los modelos tradicionales de la Economía Neoclásica, sino a un modelo mucho más emocional y sujeto a sesgos.

¿Significa eso que somos irracionales? No, para nada, tan sólo expresa que la toma de decisiones humana viene premoldeada por el cerebro límbico (emocional) y en general por el sistema nervioso autónomo, ambos por debajo del umbral de consciencia, rápidos de acción, y no demasiado sujetos a las leyes del costo-beneficio matemático-económico tradicional. Dan Ariely, economista conductual del MIT, en su libro Predictibly Irrational, desarrolla este enfoque con bastante acierto, analizando lo que nos lleva a tomar reiteradamente decisiones diferentes a las prescriptas por los modelos teóricos de la Economía Neoclásica. 

Sostiene Ariely que el núcleo del enfoque neoclásico de la economía supone que las personas: a) tienen un yo coherente y unitario, b) están seguras de lo que quiere y necesita su ser y c) hechos objetivos sobre nuestros gustos y preferencias ayudan a guiar nuestras decisiones. Dicha economía estándar, escribe Ariely, asume que todos nosotros estamos equipados con este tipo de yo, que conoce toda la información pertinente sobre nuestras decisiones, y que por lo tanto puede calcular el valor de las diferentes opciones que enfrentamos de manera clara y efectiva.

Pero la realidad del hombre de carne y hueso está muy lejos de eso. Lo que las últimas décadas de trabajo en Psicología, Neurociencias Cognitivas y Economía han demostrado, es que las tres suposiciones son falsas. Es real que tenemos un yo racional (en especial liderado por la corteza dorso-lateral prefrontal), pero no tiene la capacidad de controlar todo, si bien intenta un cierto equilibrio emocional-racional en la toma de decisiones. 

Siguiendo con la tesis de Ariely, al igual que todos los que nos movemos con la Neuroeconomía y la Behavioral Economics, no pretende derrocar la racionalidad, sino reemplazar el modelo del "hombre económico racional del homo economicus egoista y utilitarista" por uno que describa con mayor precisión las leyes reales que impulsan las elecciones humanas. 

En un capítulo de su libro, Ariely describe la relatividad de las decisiones, en función de los marcos de referencia (efecto framing) desde el cual se las vea. Él describe que por ejemplo la evaluación de dos casas una al lado de la otra arroja resultados diferentes que la evaluación de tres: A, B y una versión menos atractiva de A. El punto A hace más fácil decidir que A es mejor, no solo mejor que el similar, pero mejor que B. La versión menor de A no debería tener ningún efecto en su calificación de los otros dos edificios, pero lo hace. De manera similar, describe el "efecto de precio cero", que los especialistas en marketing utilizan para convencernos de comprar algo que realmente no queremos o no necesitamos para recoger un regalo "gratis". La gratuidad nos da tal carga emocional que percibimos que lo que se ofrece es inmensamente más valioso de lo que realmente es", escribe Ariely. Nada de esto es demasiado racional en el sentido usual, pero es la forma en que decidimos a menudo, sesgada y heurística.

El Freno Pre-Frontal

Sin embargo, y más allá de la interesante visión de Ariely, tampoco hay que hacer un culto tan exacerbado de la decisión emocional (poco pensada), ya que los seres humanos tenemos un área clave en la corteza cerebral que balancea aspectos emocionales y también de cálculo costo beneficio más frío: es la llamada corteza dorso-lateral prefrontal, líder del famoso "freno prefrontal" sobre los impulsos puramente emocionales del sistema nervioso autónomo. 

De esta forma, las Neurociencias Cognitivas hoy muestran que corteza prefrontal dorsolateral es clave para nuestros intentos de autorregulación, y sirve como el área cortical más altamente responsable de la planificación motora, la organización y la regulación. Desempeña un papel importante en la integración de la información sensorial y como tecla de acceso y regulación de la función y acción intelectual. 

Como consecuencia, la mayor parte de nuestras competencias ligadas a la autorregula­ción, depende en gran medida del circuito inhibidor que conecta los lóbulos prefrontales principalmente con la amígdala -área emocional clave del sistema límbico-, circuito que nos permite modular los mensajes de esta última y conservar la mente clara ante determinados cursos de acción complejos de resolver.

Sintetizando

Razón y emoción son dos conceptos indisolubles, las dos caras de una misma moneda. Ninguna decisión es completamente racional, o lo que es igual, toda decisión supuestamente racional esta influida fuertemente por las emociones, más allá de la capacidad de autorregulación de la corteza dorso-lateral prefrontal.

De esta forma, la dicotomía entre razón y emoción es falsa, ya que no se puede entender una sin la otra. El raciocinio de alguna forma implica poner ventajas y desventajas en una balanza, donde muchas veces el peso final lo dirime la emoción, si bien envuelto siempre de justificación racional.

Link de consulta:

https://www.amazon.com/s/ref=nb_sb_noss_1?url=search-alias%3Daps&field-keywords=dan+ariely
http://nepsa.es/areas-y-funciones-cerebrales-v-corteza-prefrontal-dorsolateral/

Autor: Sebastián Laza (especialista en Neuroeconomía y Economía del Comportamiento)

Libro:

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