“Intentar hoy enseñar algo sin saber cómo funciona el cerebro de un alumno promedio, es tan difícil como intentar ser diseñador de guantes sin haber visto jamás una mano.”
(Leslie A. Hart, especialista en Neuroeducación)
Sin lugar a dudas, a todos los que nos dedicamos a la docencia desde hace muchos años, pero que a la vez hemos leído algo sobre neurociencias aplicadas a las Ciencias Sociales, una cuestión nos queda clarísima: hay que actualizar urgente las teorías de Piaget, Ausubel, Vigotsky (y en general de todo el constructivismo), ya que fueron escritas (y muy bien) varias décadas antes de la explosión neuro que estamos viviendo hoy en día, y se están empezando a ver obsoletas.
Resulta que los conceptos de estos grandes estandartes de la pedagogía (los constructivistas), que aún hoy se enseñan profusamente en carreras universitarias y terciarias que preparan para la docencia en Argentina, son en su gran mayoría argumentaciones que parten de la introspección y la observación, es decir, de examinarse el autor a sí mismo (y a los que tiene alrededor), como base de postulados que luego se extrapolan a todo el resto de educandos potenciales, constituyendo de esta forma corpus teóricos enormemente poderosos, que hasta hoy en día estudiamos todos los que hemos pasado por algún profesorado (las famosas “materias pedagógicas”).
Pero estos postulados de Piaget, Ausubel y compañía hoy “meten ruido” cuando se los lee (reitero, a los que hemos estudiado algo sobre neurociencias, al resto no), ya que en la actualidad se conoce bastante (no todo) sobre cómo se genera verdaderamente el aprendizaje en el cerebro, qué zonas cerebrales se activan al estudiar, cómo funcionan la memoria y los recuerdos, como funciona la neuroplasticidad neuronal, las redes neuronales, entre otros aspectos.
De esta forma, en una clase típica del espacio “Sujetos del Aprendizaje” (al que hemos asistido la mayoría de los docentes con “título”), al referirse al famoso concepto de “Aprendizaje Significativo”, nos explican más o menos, lo siguiente:
Aprender un contenido implica atribuirle un significado, construir una representación o un “modelo mental” del mismo. La construcción del conocimiento supone un proceso de “elaboración” en el sentido que el alumno selecciona y organiza las informaciones que le llegan por diferentes medios (el facilitador entre otros), estableciendo relaciones entre los mismos. En esta selección y organización de la información, y en el establecimiento de las relaciones, hay un elemento que ocupa un lugar privilegiado: el conocimiento previo pertinente que posee el alumno en el momento de iniciar el aprendizaje.
El alumno viene “armado” con una serie de conceptos, concepciones, representaciones y conocimientos, adquiridos en el transcurso de sus experiencias previas, que utiliza como instrumento de lectura e interpretación y que determinan qué informaciones seleccionará, cómo las organizará y qué tipos de relaciones establecerá entre ellas. Si el alumno consigue establecer relaciones sustantivas y no arbitrarias entre el nuevo material de aprendizaje y sus conocimientos previos, es decir, si lo integra en su estructura cognoscitiva, será capaz de atribuirle significados, de construirse una representación o modelo mental del mismo y, en consecuencia, habrá llevado a cabo un aprendizaje significativo.
La argumentación es elegante, sin dudas, y de avanzada (en especial para la década del ’90, cuando se puso de moda), pero claro… a todas luces incompleto para hoy 2015, ya que no hay ni el más mínimo atisbo (en dicha argumentación) “a meter algún concepto neuro” que intente explicar las áreas cerebrales y los mecanismos neuropsicológicos que intervienen en el aprendizaje.
Siguiendo a la profesora Rosana Fernández Coto, directora de la Escuela Argentina de Neuroaprendizaje, esta moderna disciplina ha nacido de la conjunción de varias ciencias como la Neurobiología, la Psicología, la Pedagogía y la PNL, entre otras. Y si bien hasta hace dos décadas era muy poco lo que se conocía acerca de cómo funciona y cómo aprende el cerebro, a partir de los años ‘90 ha habido una explosión tecnológica (en especial con las neuroimágenes), que ha permitido empezar a conocer mucho más sobre “el órgano más importante del aprendizaje”, el cerebro.
De esta forma, y hasta hace muy poco, los docentes nos las debíamos arreglar con las teorías constructivistas aprendidas en la facultad, más nuestra intuición y experiencia, para “pilotearla” en el aula, y así decidir si cierta técnica, estrategia, teoría o escuela de aprendizaje era favorable o no para nuestros alumnos. Sin embargo, en la actualidad, y de la mano del Neuroaprendizaje y la Neuroeducación, contamos con elementos para saber cómo aprende el cerebro humano en general y el de un alumno escolar en particular. Estas herramientas nos van a empezar a facilitar un mejor entendimiento de los estilos de aprendizaje de los alumnos, sus famosas “inteligencias múltiples”, y en general las distintas formas de enfrentar el desafío docente de enseñar algo, y que sea aprendido significativamente (o sea, en serio).
Y así como en Neuromarketing es clave crear un punto de ventas agradable, que incentive a la compra del cliente, en Neuroeducación es clave crear en el aula un ambiente especial (con aromas, colores, sabores, sonidos y estilo de enseñanza), que estimule a cada alumno a dar lo mejor de sí, y donde ningún cerebro se sienta amenazado porque el estilo del profe no condice son su estilo de aprendizaje, y donde además pueda desarrollar sus habilidades y adquirir nuevas capacidades. Este entorno especial (“entorno resonante” que se llama en esta moderna jerga) evita lo que en Neuroaprendizaje se denomina el “downshifting”, o sea el período durante el cual no llega suficiente sangre y oxígeno al cerebro racional del alumno, como para que trabaje eficazmente, provocando sus típicas reacciones emocionales negativas (falta de concentración, retardo de acción, indisciplina, agresividad, bullying, y en general el bloqueo mental del alumno que todos los docentes conocemos).
El docente como “líder resonante”, dice Fernández Coto, “crea las condiciones para poder desarrollar las procesos cognitivos y funciones ejecutivas del cerebro de un modo convergente (propio de la escolaridad formal), pero también divergente, o sea propio de los cerebros que utilizan su creatividad e intuición para encontrar respuestas nuevas a los desafíos de siempre”.
Adicionalmente, la Neuroeducación apunta a darle batalla a algo que hoy se está viendo bastante en algunos segmentos educativos: el analfabetismo emocional. Son muchos los investigadores y docentes que vienen advirtiendo una drástica disminución del cociente emocional del alumno promedio (probablemente influido por el aislamiento a que llevan las nuevas tecnologías), cuando hoy manejar nuestras emociones en forma adecuada se ha convertido en una necesidad no solo de supervivencia social, sino también de éxito laboral y profesional (y sino repasar por favor las teorías de la inteligencia emocional de Daniel Goleman).
En síntesis, Neuroeducación y Neuroaprendizaje han venido para quedarse, y no tengo dudas van a ir constituyendo, con el paso de los años, una herramienta extremadamente útil para el docente de nuestros tiempos.Pero claro… en algún momento, tenemos que empezar por informarnos sobre el tema, tomar cursos, etc., porque las teorías de Piaget, Vigosky, Ausubel y del constructivismo en general, que en sus épocas hicieron avanzar enormemente la pedagogía y la didáctica, si hoy no son reescritas urgentemente con fundamentos neuro, se van a quedar terriblemente pasadas de moda.
Bibliografía:
- https://www.youtube.com/watch?v=j-QywSa-8o4
- http://www.fundacionemiliamariatrevisi.com/neurocienciayeducacion.htm
- http://neurociencias.fullblog.com.ar/motivacion-30-y-conductismo-pop-castigados-y-desmotivados-por-las-r.html
- http://www.proyectocepa.com/wordpress/fernandezcoto/
- http://escuelaargentinadeneuroaprendizaje.blogspot.com.ar/2010/11/formacion-de-neurocapacitadores.html
- http://www.ub.edu/geneticaclasses/davidbueno/Articles_de_divulgacio_i_opinio/Altres/Neuroeducacion-QUO.pdf
- https://www.youtube.com/watch?v=eoAEPUU_TBo
- https://www.youtube.com/watch?v=wqm4v7MUjss
Sobre el autor:
Sebastián Laza es Licenciado en Economía (UNCuyo), con una Maestría en Administración de Negocios (UTN) y un Profesorado en Ciencias Económicas (UNCuyo). Adicionalmente, cuenta con un posgrado en Neurociencias Cognitivas Aplicadas (UNLP).
Actualmente ejerce la docencia en los niveles medio, terciario y universitario de la provincia de Mendoza, y acaba de publicar su primer libro en temas neuro aplicados a las ciencias sociales, bajo el título: Neuroeconomía, Racionalidad y Epistemología, de la Editorial EAE, disponible en:
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