Nuestra naturaleza humana rechaza perder, el efecto psicológico suele ser devastador, y hacemos todo lo posible para vernos ganadores con nuestras decisiones, aunque eso a veces implique forzar al máximo los intentos para revertir cuantiosas pérdidas, inclusive a extremos casi imposibles. ¿Somos irracionales? No... tan solo humanos.
De esta forma, la infelicidad de perder digamos $100 generalmente es mayor que la felicidad de encontrar $100. La aversión a la pérdida influye notoriamente en nuestra toma de decisiones.
La aversión a la pérdida fue acuñada por los nóbeles Amos Tversky y Daniel Kahneman, quienes realizaron varios experimentos sobre la toma de decisiones, donde lograron estimar que las pérdidas potenciales tienen aproximadamente el doble de impacto en la felicidad que las ganancias potenciales. Esto significa que si la persona promedio debe arriesgar algo para ganar algo, esa persona querrá que la ganancia sea al menos el doble que el riesgo.
En otras palabras, se piensa que el dolor de perder es psicológicamente el doble de poderoso que el placer de ganar. A medida que las personas están más dispuestas a asumir riesgos para evitar una pérdida, la aversión a las pérdidas puede explicar las diferencias en la búsqueda de riesgos ante distintas situaciones.
El principio básico de la aversión a la pérdida puede explicar por qué los marcos de penalización son a veces más efectivos que los marcos de recompensa para motivar a las personas. La forma en que describimos las pérdidas y ganancias potenciales afectará la probabilidad de que las personas compren algo o elijan una opción. Por ejemplo, es mejor encuadrar una opción en relación con lo que las personas pueden perder, en lugar de lo que pueden ganar, ya que motiva más a la acción el hecho de evitar perder.
Muchos inversores también creen que una pérdida no es realmente una pérdida hasta que se realiza. De modo que, junto con la aversión a las pérdidas, en realidad encontramos en la práctica que los inversores a menudo querrán aferrarse a sus acciones perdedoras y vender sus acciones ganadoras cuando, de hecho, deberían estar haciendo lo contrario: vender a sus perdedores y montar a sus ganadores.
En síntesis, nuestra naturaleza humana rechaza perder, el efecto psicológico suele ser devastador, y hacemos todo lo posible para vernos ganadores con nuestras decisiones, aunque eso a veces implique forzar al máximo los intentos para revertir cuantiosas pérdidas, inclusive a extremos casi imposibles. ¿Somos irracionales? No... tan solo humanos.
Sebastián Laza es especialista en la interrelación entre Neurociencia Cognitiva, Economía de la Conducta y Toma de Decisiones. Es autor del libro: Neuroeconomía, Disrupción y Cambio":https://www.amazon.com/NEUROECONOM%C3%8DA-DISRUPCI%C3%93N-CAMBIO-SMITH-D-KAHNEMAN/dp/198084397X/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1538250941&sr=8-1&keywords=neuroeconomia
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