En un estudio señero en Neuroeconomía, Sanfey y otros [1] aplicaron fMRi (resonancia magnética funcional) sobre diecinueve jugadores del Juego del Ultimátum [2], para investigar los fundamentos neuro de los procesos cognitivos [3] y emocionales puestos en juego al momento de tomar decisiones económicas. El mencionado Juego del Ultimátum (versión –one shot game-) consiste en dos personas tratando de repartirse una determinada suma de dinero: un jugador propone una división y el otro puede aceptarla o no.
Se tomaron imágenes cerebrales sólo a los jugadores respondientes a las propuestas (no a los que las formulaban), donde dichas propuestas a veces eran justas y a veces injustas. Las ofertas consideradas justas (reparto 50/50 del dinero) fueron todas aceptadas, mientras que las ofertas injustas (reparto inferior al 50/50 para el respondiente) iban siendo más rechazadas a medida que aumentaba su grado de injusticia (no es lo mismo un 60/40 que un 80/20).
Las neuroimágenes mostraron que las ofertas injustas activaron áreas cerebrales relacionadas tanto con lo emocional (ínsula anterior) como con lo cognitivo (corteza pre-frontal dorso-lateral), pero también que los grados de rechazo de ofertas injustas fueron mayores cuando el oferente era un ser humano que cuando era simplemente la computadora (también se usaron en este experimento como formuladores de propuestas), ilustrando que los seres humanos tenemos una reacción emocional superior ante ofertas injustas a partir de otros humanos que ante iguales formuladas vía algún mecanismo impersonal (computadoras en este caso).
Las neuroimágenes mostraron que las ofertas injustas activaron áreas cerebrales relacionadas tanto con lo emocional (ínsula anterior) como con lo cognitivo (corteza pre-frontal dorso-lateral), pero también que los grados de rechazo de ofertas injustas fueron mayores cuando el oferente era un ser humano que cuando era simplemente la computadora (también se usaron en este experimento como formuladores de propuestas), ilustrando que los seres humanos tenemos una reacción emocional superior ante ofertas injustas a partir de otros humanos que ante iguales formuladas vía algún mecanismo impersonal (computadoras en este caso).
Adicionalmente, ante ofertas injustas que luego eran rechazadas, se observó una mayor activación de la ínsula que de la corteza pre-frontal, mientras que las ofertas aceptadas mostraron lo contrario, mayor activación de la corteza pre-frontal que de la ínsula. Esta situación estaría reafirmando lo que ya se sabe en neurociencias: la tendencia racional/cognitiva de la corteza pre-frontal y lo eminentemente emocional de la ínsula. Pero ojo… no es una competencia entre lo racional y lo emocional por separado (o sea entre corteza pre-frontal e ínsula), sino un proceso optimizador con ambos en forma conjunta. Es decir, no es la simplista visión razón vs emociones, para nada... es razón + emociones a la vez, interactuando permanentemente y optimizando el conjunto.
También se observó que la activación de la corteza pre-frontal se mantuvo constante ante ofertas menos o más injustas, quizás representando lo estable que es la representación mental de una maximización monetaria, mientras que la activación de la ínsula escalaba en función del grado de injusticia de la oferta.
Finalmente, Sanfey y demás investigadores, también observaron, en el caso de ofertas injustas, una activación del cíngulo anterior, zona cerebral lindera a la corteza pre-frontal, normalmente activable en situaciones de conflicto entre lo emocional y lo cognitivo, como la de este experimento.
Sintetizando, la activación en la ínsula anterior (zona eminentemente emocional del cerebro) ante tratos u ofrecimientos injustos, indica un rol muy importante de las emociones en los procesos de toma de decisiones humanas, a pesar del intento de la teoría económica estándar por sugerir que cualquier suma de dinero ofrecida a una persona -sin ningún costo o contraprestación- debería ser aceptada, ya que se maximizan los ingresos netos (4). Pero las decisiones económicas en la vida real no miran solo flujos de fondos proyectados, sino que buscan maximizar lo racional + lo emocional a la vez, volviendo los modelos teóricos un poco más complejos, pero más humanos.
[1] Sanfey, Rilling, Cohen y otros, The Neural Basis of Economic Decision Making in the Ultimatum Game, en Revista Science, junio de 2003.
[2] El juego del ultimátum es una de las variantes más usadas en teoría de juegos, junto con el juego del dilema del prisionero y el del dictador, entre otros.
[3] En Neuroeconomía, hablar de “cognitivo” y de “racional” suele entenderse con el mismo significado.
[4] Hay algunos críticos que sostienen que esta supuesta anomalía en la teoría tradicional, detectada hoy por la Neuroeconomía, no lo sería tanto, ya que el rechazar este tipo de ofertas injustas, si bien no es muy racional a corto plazo, implicaría racionalidad a largo plazo, porque sería una forma estratégica de reaccionar en un primer momento, no dejándose atropellar con ofertas injustas, para maximizar a largo plazo, es decir para que no se vuelva a repetir en el futuro semejante ofrecimiento. Es un tema para debatir en el futuro, aunque nosotros nos inclinamos por la opción de que efectivamente es una anomalía seria en la teoría tradicional.
Autor: Sebastián Laza (economista, MBA, posgrado en Neurociencias Cognitivas Aplicadas)
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