El capitalismo de la vigilancia, tal como lo expone Shoshana Zuboff, junto con las teorías del filósofo Byung-Chul Han y la práctica del neuromarketing político, hoy van configurando una nueva visión sobre el control y la manipulación de las decisiones en la sociedad contemporánea. Esta combinación nos permite entender cómo la tecnología, los datos y la psicología interactúan para moldear el comportamiento humano a escala masiva, afectando tanto la economía como la política.
En el marco del capitalismo
de la vigilancia, Zuboff nos alerta sobre una nueva forma de explotación basada
en la extracción masiva de datos
personales. Las grandes plataformas digitales, como Google y Facebook,
recopilan, analizan y comercializan nuestra información, no solo para prever nuestras acciones, sino también
para influir directamente en ellas. Y es interesante también como este
modelo se ha infiltrado en la política, donde los datos de los votantes son utilizados para influir sus decisiones
electorales. El conocimiento íntimo de nuestras conductas y preferencias
permite a los actores políticos crear campañas ultra-dirigidas, diseñadas para
desencadenar respuestas emocionales específicas, subliminares.
El neuromarketing político se nutre
y a la vez refuerza esta estructura. Basado en principios de la
neurociencia, esta técnica permite a las campañas políticas diseñar mensajes
que activen respuestas emocionales específicas en los votantes. A través del
análisis de datos obtenidos mediante la vigilancia masiva, los estrategas
políticos pueden segmentar a los votantes según sus predisposiciones
emocionales y neurológicas, creando mensajes que apelan directamente a sus miedos, esperanzas o inseguridades.
Esto significa que el ciudadano cada vez más toma decisiones políticas desde el
terreno emocional, muy influido de manera inconsciente en sus preferencias y
acciones.
El vínculo entre estos
conceptos es profundo: el capitalismo de
la vigilancia proporciona las herramientas para recolectar los datos que luego
son utilizados por el neuromarketing, político y económico, para generar
respuestas emocionales dirigidas. Además, las ideas de Han sobre la psico-política
muestran cómo este control se ha internalizado en las personas. Los ciudadanos
no solo son inducidos por actores externos, sino que han sido condicionados
para aceptar y participar activamente en
su propia vigilancia y explotación, creyendo que están ejerciendo su
libertad cuando, en realidad, están siendo dirigidos hacia comportamientos
predecibles y rentables.
Así, el poder contemporáneo ya no se ejerce tanto
a través de la coerción física o la represión directa, sino principalmente mediante
mecanismos invisibles que penetran
en la psique de los individuos. Las
campañas políticas, respaldadas por la recopilación masiva de datos y las
técnicas de neuro-marketing, logran movilizar a las masas no por medio de la
argumentación racional, sino explotando sus emociones más profundas y
subconscientes (verdadero paraíso para el análisis freudiano). La interrelación entre estos sistemas de
control redefine la democracia, modificando el debate público, que hace
algunas décadas atrás se creía informado y autónomo.
El poder creciente de los algoritmos
Los algoritmos están
jugando un papel cada vez más importante en la toma de decisiones de
consumidores e inversores, influenciando
qué productos compran, a quien votan o dónde colocan su dinero. A través
del análisis de grandes volúmenes de datos (big data), los algoritmos y la inteligencia artificial pueden predecir preferencias,
comportamientos y oportunidades de inversión con una precisión que supera la
capacidad humana.
En el caso de los
consumidores, plataformas como Amazon, Netflix o Spotify utilizan algoritmos de
recomendación basados en el historial de búsquedas, compras y preferencias
previas. Estos sistemas personalizan las
ofertas y sugieren productos o contenidos, guiando las elecciones del usuario.
Los algoritmos no solo responden a los gustos actuales del consumidor, sino que
también crean necesidades nuevas al
exponerlo a productos que no sabía que le interesaban.
Por otro lado, en el
mundo de las inversiones sucede algo parecido, los algoritmos de trading automatizado (conocidos como trading
algorítmico) toman decisiones en fracciones de segundo, basándose en el
análisis de datos financieros, patrones de mercado y noticias en tiempo real.
Estos algoritmos pueden identificar oportunidades y ejecutar transacciones sin
intervención humana, lo que optimiza la velocidad y la eficiencia en los
mercados financieros. Además, plataformas de inversión como Robinhood o
Wealthfront, entre varias otras, usan algoritmos para crear portafolios
personalizados, según el perfil de riesgo y los objetivos financieros del
inversor.
En ambos casos, los
algoritmos influyen en las decisiones al explotar grandes cantidades de
información, muchas veces guiando las elecciones sin que el usuario sea
completamente consciente de su impacto. Aunque aportan eficiencia y
personalización, también plantean interrogantes sobre el grado de autonomía que
las personas tienen sobre sus decisiones de consumo e inversión, ya que los algoritmos, en última instancia, están
diseñados para maximizar el beneficio de las plataformas que los emplean.
Yuval Harari
El historiador Yuval Noah
Harari ha ofrecido reflexiones importantes sobre los impactos del capitalismo
de la vigilancia, especialmente en el contexto de la política, la economía y el
uso de datos. Harari advierte que la
vigilancia masiva, impulsada por el crecimiento de la tecnología y la
recopilación de datos, tiene el
potencial de transformar radicalmente las sociedades, erosionar la democracia y
concentrar el poder en manos de unas pocas élites tecnológicas y gobiernos
autoritarios. Veamos un poco más sus postulados:
Control de
datos y poder político
Harari sugiere que quien
controle los datos controlará el futuro de la humanidad. En este sentido,
compara a las corporaciones tecnológicas con antiguos regímenes autoritarios,
alertando que, a medida que los datos biométricos y psicológicos son
recopilados y analizados, el poder de manipular emociones y comportamientos
aumentará drásticamente. Este tipo de vigilancia no solo permite predecir
comportamientos, sino también moldear las elecciones individuales, debilitando
la autonomía y el libre albedrío.
En el caso de China,
Harari señala que el uso de tecnologías de vigilancia para el control estatal,
como el Sistema de Crédito Social, es un ejemplo claro de cómo los datos pueden
ser utilizados para construir dictaduras digitales. Para Harari, este tipo de
vigilancia, combinada con inteligencia artificial, podría consolidar el poder
de regímenes autoritarios de manera sin precedentes, eliminando la posibilidad
de resistencia o disidencia.
La amenaza
a la democracia
En las democracias
occidentales, como EE.UU. y Europa, Harari ve un peligro diferente pero
igualmente alarmante. Si bien las corporaciones tecnológicas aún no son
gobiernos, su capacidad para recopilar datos íntimos y explotar debilidades
emocionales plantea riesgos serios para la democracia. El uso del “neuromarketing”
político, por ejemplo, convierte las campañas electorales en guerras de “manipulación
emocional”, donde las decisiones se basan menos en debates racionales y más en
la explotación de miedos y deseos subconscientes. Para Harari, esto debilita el
“poder de la ciudadanía” para tomar decisiones informadas, ya que son
manipulados a través de estrategias invisibles.
La concentración
del poder económico
Harari también ha
señalado el riesgo de que el “poder económico” se concentre cada vez más en las
manos de unos pocos gigantes tecnológicos. Las empresas que controlan los datos
controlan la economía, y esto puede exacerbar la “desigualdad global”. Aquellos
que tienen acceso a grandes cantidades de información sobre el comportamiento
humano tienen una ventaja competitiva enorme, lo que lleva a la creación de
monopolios digitales. Esta concentración de poder no solo afecta a la
competencia, sino que también permite a estas empresas influir en la política,
los medios y el comercio global.
La
vulnerabilidad humana ante el control algorítmico
Harari es especialmente
crítico respecto al papel de los “algoritmos” en la toma de decisiones humanas.
Sostiene que a medida que los algoritmos recopilan y procesan datos más íntimos
sobre las personas (emociones, preferencias, patrones de comportamiento), los
seres humanos pueden perder el control sobre sus propias vidas. En su opinión,
los algoritmos podrían conocernos mejor que nosotros mismos, anticipando
nuestras elecciones antes de que las tomemos conscientemente. Esto plantea una
cuestión ética profunda: si dejamos que los algoritmos tomen decisiones por
nosotros, ¿qué queda de nuestra “autonomía personal”?
Europa: Un
posible refugio de los derechos humanos
Harari reconoce que
Europa, con sus regulaciones como el “GDPR”, está tratando de proteger la
privacidad y los derechos humanos frente al capitalismo de la vigilancia. Sin
embargo, advierte que las regulaciones pueden no ser suficientes si las
tecnologías avanzan más rápido que las leyes. Para él, Europa enfrenta el desafío
de liderar un modelo que equilibre el “progreso tecnológico” con la “protección
de las libertades individuales”, mientras compite con potencias tecnológicas
como Estados Unidos y China, que adoptan enfoques más permisivos o
autoritarios.
En resumen, Harari ve el
capitalismo de la vigilancia como una fuerza que está rediseñando las
estructuras de poder a nivel global. La combinación de datos masivos,
algoritmos y tecnología avanzada puede ser usada tanto para empoderar a los
ciudadanos como para controlarlos, dependiendo de quién tenga el acceso y el
control sobre esa información. Para evitar los peligros de una “dictadura
digital” o una “oligarquía corporativa”, Harari insta a la humanidad a tener un
“debate ético profundo” sobre cómo deben usarse los datos y qué tipo de futuro
queremos construir en la era de la vigilancia.
China, Europa y Estados Unidos
El “capitalismo de la
vigilancia” tiene características particulares en “China”, “Europa” y “Estados
Unidos”, moldeadas por sus diferentes enfoques sobre la privacidad, el control
estatal y el poder corporativo. A continuación, se comparan estos tres casos:
China:
Vigilancia estatal masiva y control centralizado
En China, el capitalismo
de la vigilancia está dominado por el “Estado”, que utiliza la tecnología para
mantener un control social y político estricto. El gobierno chino, en
colaboración con grandes empresas tecnológicas nacionales como Tencent y
Alibaba, ha implementado un sistema de “vigilancia masiva” que incluye cámaras
con reconocimiento facial, seguimiento de datos digitales y el “Sistema de
Crédito Social”, que evalúa el comportamiento de los ciudadanos y las empresas.
§ “Propósito político y social”: En
China, el capitalismo de la vigilancia se enfoca en el “control social y
político”. El gobierno utiliza los datos no solo para fines comerciales, sino
también para rastrear y reprimir disidencia política, asegurando la estabilidad
del régimen. La vigilancia se integra en casi todos los aspectos de la vida
diaria, desde el acceso a servicios públicos hasta la vida personal y
profesional de los ciudadanos.
§ “Colaboración público-privada”: Las
empresas tecnológicas chinas trabajan estrechamente con el Estado, compartiendo
datos para garantizar que las políticas de control se implementen eficazmente.
Estados
Unidos: Poder corporativo y explotación de datos
En Estados Unidos, el
capitalismo de la vigilancia está dominado principalmente por el “sector
privado”. Gigantes tecnológicos como Google, Facebook y Amazon recopilan
masivamente datos de los usuarios, principalmente con fines comerciales. Estas
empresas se han vuelto poderosas al explotar la información para personalizar
productos y servicios, maximizar el consumo y generar grandes beneficios a
través de la publicidad dirigida.
§ “Propósito comercial”: En EE.UU., el
capitalismo de la vigilancia está enfocado en la “monetización de los datos”.
Las grandes empresas tecnológicas extraen y comercializan datos de usuarios
para generar ingresos publicitarios, desarrollar productos dirigidos y
monopolizar el mercado digital. La vigilancia es más sutil, ya que los
usuarios, en muchos casos, consienten el uso de sus datos sin ser plenamente
conscientes de su alcance.
§ “Regulación débil”: A diferencia de
Europa, la regulación de la privacidad en EE.UU. es relativamente débil. Las
empresas tienen gran libertad para usar los datos, lo que ha permitido la
consolidación de grandes monopolios digitales que controlan vastas cantidades
de información.
Europa:
Protección de la privacidad y regulación más estricta
Europa adopta un enfoque
más “regulatorio” y de protección de la privacidad en el capitalismo de la
vigilancia. La “Unión Europea” ha implementado leyes estrictas, como el “Reglamento
General de Protección de Datos (GDPR)”, que pone límites al uso de datos
personales y otorga más control a los usuarios sobre cómo se utilizan sus
datos.
§ “Énfasis en la privacidad”: En
Europa, el “derecho a la privacidad” es fundamental. El GDPR obliga a las
empresas a ser transparentes sobre el uso de los datos y garantiza que los
ciudadanos tengan el derecho de acceder, modificar o eliminar su información
personal. Este enfoque ha creado un ambiente donde las empresas tecnológicas
enfrentan mayores restricciones para recolectar y monetizar datos.
§ “Tensión con las grandes tecnológicas”:
Europa ha sido más activa en regular y sancionar a las grandes empresas
tecnológicas por violaciones de privacidad, marcando una diferencia notable con
EE.UU. Sin embargo, estas regulaciones pueden limitar el crecimiento de nuevas
empresas tecnológicas europeas en comparación con los monopolios digitales
estadounidenses.
RESUMIENDO
§ “Control y poder”: En China, el
control está en manos del Estado, que utiliza la tecnología para mantener el
orden social y político. En EE.UU., las grandes corporaciones dominan el
panorama de la vigilancia, centrándose en la maximización de beneficios.
Europa, por otro lado, busca equilibrar el poder de las empresas con una
protección más estricta de los derechos de los usuarios.
§ “Finalidad de la vigilancia”: En
China, la vigilancia tiene un propósito tanto político como comercial, mientras
que en EE.UU. es principalmente comercial. En Europa, aunque las empresas
tecnológicas también recopilan datos, la vigilancia está más controlada por
regulaciones centradas en la protección del ciudadano.
§ “Nivel de intervención estatal”: El
Estado en China juega un papel activo en la vigilancia, mientras que en EE.UU.
el gobierno es menos intervencionista, dejando que las empresas lideren. En
Europa, el Estado interviene principalmente para proteger a los ciudadanos de
los excesos de las corporaciones tecnológicas.
En síntesis, “China”
utiliza el capitalismo de la vigilancia como herramienta de control social y
político centralizado, “Estados Unidos” se caracteriza por una explotación
masiva de datos con fines comerciales bajo el dominio de grandes empresas, y “Europa”
intenta equilibrar el poder corporativo con un enfoque en la “protección de la
privacidad” y la regulación de los datos.
Para finalizar: ¿decidimos nosotros o un
“nosotros ampliado”?
En conclusión, el “capitalismo
de la vigilancia”, las teorías de “Byung-Chul Han” y el “neuromarketing”
político revelan una transformación estructural en cómo se ejerce el poder. El
control ya no es visible ni frontal; se ha infiltrado en los rincones más
íntimos de nuestras vidas, moldeando nuestras emociones, decisiones y
comportamientos sin que siquiera seamos plenamente conscientes de ello.
La neurociencia sostiene
que muchas de nuestras “decisiones” son “subconscientes”, es decir, ocurren sin
que tengamos plena consciencia de ellas. El cerebro procesa una gran cantidad
de información de forma automática, utilizando atajos mentales o
"heurísticas" que nos permiten tomar decisiones rápidas sin un
análisis profundo. Estudios muestran que áreas cerebrales relacionadas con las
emociones y la recompensa (como el “sistema límbico”) juegan un rol crucial en
este proceso.
En muchas situaciones,
nuestras “emociones” y experiencias pasadas influyen en nuestras elecciones
antes de que tengamos tiempo de racionalizarlas. Aunque creemos que decidimos
conscientemente, la neurociencia demuestra que nuestras decisiones están
fuertemente condicionadas por estos procesos automáticos, lo que explica por
qué a menudo actuamos de manera intuitiva o impulsiva sin entender
completamente el "por qué" detrás de nuestras elecciones.
El “capitalismo de la
vigilancia” está teniendo impactos significativos en la política y la economía
actuales, transformando la forma en que operan tanto los mercados como las
democracias.
Ø Política
§ “Manipulación de la opinión pública”:
Las plataformas digitales utilizan datos masivos para crear perfiles detallados
de los votantes y luego dirigen mensajes políticos personalizados que apelan a
sus emociones e inclinaciones subconscientes. Esto fue evidente en casos como
la campaña de Donald Trump en 2016 y el referéndum del Brexit, donde se usaron
datos de redes sociales para influir en segmentos clave de la población.
§ “Polarización y desinformación”: Los
algoritmos priorizan contenidos que maximizan el tiempo de interacción, lo que
suele incluir noticias sensacionalistas o polarizadoras. Esto ha contribuido a
la creciente fragmentación política y la difusión de “fake news”, debilitando
el debate público informado y fomentando la radicalización.
§ “Erosión de la privacidad”: La
vigilancia masiva pone en riesgo la privacidad de los ciudadanos, lo que puede
derivar en un control más autoritario de los gobiernos, que utilizan
tecnologías de vigilancia para rastrear comportamientos disidentes o controlar
a la población.
Ø Economía
§ Concentración de poder económico”:
Empresas tecnológicas como Google, Amazon y Facebook se han convertido en
monopolios de datos, obteniendo enormes ventajas competitivas al controlar la
información sobre el comportamiento de los consumidores. Este poder de mercado
les permite dominar sectores enteros y desplazar a competidores más pequeños.
§ Personalización del consumo”: El uso
de datos de vigilancia permite a las empresas predecir y moldear las decisiones
de compra de los consumidores, ofreciendo productos y servicios
hiperespecíficos. Aunque esto puede mejorar la experiencia del usuario, también
refuerza el consumismo y maximiza el control de las empresas sobre el mercado.
§ Economía basada en datos”: Los datos
personales se han convertido en una “mercancía” central para la economía
digital, donde las decisiones económicas están cada vez más dirigidas por
algoritmos que utilizan información sobre el comportamiento humano para
predecir y modificar las elecciones de los consumidores.
En resumen, el
capitalismo de la vigilancia está generando un entorno en el que tanto la
política como la economía están dominadas por el control de los datos, lo que
afecta la autonomía de los individuos y genera nuevos desafíos para la
privacidad, la competencia y la democracia.
BIBLIOGRAFÍA y LECTURAS RECOMENDADAS
1. Zuboff, Shoshana (2019). *The Age of
Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of
Power*. PublicAffairs.
2. Harari, Yuval Noah (2018). *21
Lessons for the 21st Century*. Spiegel & Grau.
3. Byung-Chul Han (2017).
*Psychopolitics: Neoliberalism and New Technologies of Power*. Verso.
4. Carr, Nicholas (2011). *The Shallows:
What the Internet Is Doing to Our Brains*. W.W. Norton & Company.
5. Tufekci, Zeynep (2017). *Twitter and
Tear Gas: The Power and Fragility of Networked Protest*. Yale University Press.
6. Kahneman, Daniel (2011). *Thinking,
Fast and Slow*. Farrar, Straus and Giroux.
7. Ariely, Dan (2008). *Predictably
Irrational: The Hidden Forces That Shape Our Decisions*. HarperCollins.
8. Andrejevic, Mark (2007). *iSpy:
Surveillance and Power in the Interactive Era*. University Press of Kansas.
9. Morozov, Evgeny (2011). *The Net
Delusion: The Dark Side of Internet Freedom*. PublicAffairs.
10.Hancock, Jefferson y Poynor, Robin
(2020). *Neuromarketing: Exploring the Brain of the Consumer*. Emerald Group
Publishing.
I.
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