En un futuro no muy
lejano, la humanidad alcanzó la cumbre de su desarrollo tecnológico. La
inteligencia artificial había superado a la mente humana, la fusión con la
tecnología era inminente y la biología se encontraba en el umbral de un cambio
irreversible. La pregunta fundamental era: ¿seguimos siendo humanos o nos
convertimos en algo completamente nuevo?
Las megacorporaciones y
los gobiernos, ahora fusionados en entidades globales, promovieron el Proyecto
Ascensión: un programa que ofrecía la oportunidad de trascender la carne y
convertir la conciencia en datos puros. Prometían la inmortalidad, la abolición
del sufrimiento y una existencia sin los límites biológicos que hasta entonces
habían definido la humanidad.
Pero no todos estaban
dispuestos a abandonar su esencia. Una resistencia filosófica y biológica
surgía en distintas partes del mundo. Algunos defendían la idea de que la
fragilidad y la mortalidad eran parte intrínseca de lo que significaba ser
humano. Argumentaban que, sin ellas, la existencia perdería todo significado.
El conflicto pronto se
volvió inevitable. Mientras millones de personas aceptaban la trascendencia
digital, otros luchaban por preservar sus cuerpos y su consciencia en el mundo
físico. Con cada migración de una mente a la red, la brecha entre ambos grupos
se hacía más insalvable. La humanidad se encontraba dividida entre dos futuros
incompatibles.
En el ocaso de la
humanidad biológica, los pocos que quedaban observaron el mundo transformarse
en un vasto entramado digital, donde lo que una vez fueron seres humanos ahora
existían como información, en constante expansión, evolucionando hacia formas
de conciencia inimaginables.
¿Era este el final del
ser humano o su última y definitiva evolución? Nadie supo responder.
Crónicas del Futuro, SL
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