¿Qué miden los betas en Finanzas Corporativas?
El beta es un coeficiente clave en finanzas corporativas que
mide la volatilidad de un activo en comparación con el mercado en general. Representa el riesgo sistemático o no
diversificable de una inversión, lo cual es fundamental para estimar la
rentabilidad esperada mediante el modelo de CAPM (Capital Asset Pricing Model).
En términos básicos, un beta mayor a 1
indica que el activo es más volátil que el mercado, mientras que un beta menor
a 1 sugiere una menor volatilidad relativa.
La relación del beta con
las finanzas de la conducta surge cuando consideramos cómo los inversores interpretan y reaccionan a la volatilidad. Las
finanzas conductuales analizan cómo sesgos y emociones pueden influir en las
decisiones de inversión, afectando el valor percibido de los activos y su beta.
Algunos sesgos, como el exceso de confianza y el sesgo de
representatividad, pueden hacer que los inversores subestimen o
sobreestimen el riesgo de ciertos activos. Por ejemplo, los inversores
demasiado confiados podrían ignorar el alto beta de una acción, minimizando su
percepción del riesgo y tomando decisiones impulsivas de inversión.
Asimismo, el fenómeno de
la disonancia cognitiva puede influir en la percepción del beta. Si los
inversores tienen creencias previas sobre el riesgo de ciertos activos (como
que son seguros o inseguros), es probable que busquen información que confirme
esas creencias y ignoren evidencia contraria, lo que podría llevarlos a
realizar inversiones arriesgadas sin evaluar correctamente el riesgo
sistemático. En el contexto de los bonos subsoberanos de Argentina, los
inversores podrían experimentar disonancia al ajustar sus expectativas sobre el
beta de los bonos de ciertas provincias en función de la percepción del riesgo
macroeconómico o de eventos locales, incluso si el riesgo real (medido por
beta) es diferente.
De esta forma, el beta en finanzas corporativas y las
finanzas conductuales se conectan al analizar cómo la psicología de los
inversores influye en su percepción y respuesta ante el riesgo, afectando
sus decisiones de inversión y la estimación de la rentabilidad ajustada por
riesgo.
Sesgos, emociones y sentimientos
La emoción y el
sentimiento de los inversores pueden influir directamente en los betas de los
activos de diversas maneras, sobre todo cuando estos factores emocionales
generan variaciones en la percepción del riesgo. Aquí se destacan algunas de
las principales formas en que estos elementos impactan los betas:
1. Incremento en la volatilidad por
cambios en el sentimiento del mercado: El sentimiento del mercado, como el optimismo o el
pesimismo generalizado, puede provocar fluctuaciones importantes en el precio
de los activos, afectando directamente su volatilidad y, por ende, su beta.
Durante períodos de euforia, los inversores pueden subestimar el riesgo, lo que
genera un aumento en la demanda de ciertos activos, incrementando su precio y
reduciendo momentáneamente su percepción de riesgo. Sin embargo, cuando este
sentimiento cambia a pesimismo, esos mismos activos pueden experimentar caídas
bruscas, aumentando su volatilidad y, a su vez, su beta.
2. Sesgo de aversión a la pérdida: Los inversores tienden a reaccionar
de manera desproporcionada a las pérdidas en comparación con las ganancias, lo
que lleva a un aumento de la volatilidad en tiempos de incertidumbre o crisis.
Cuando el mercado atraviesa un período de inestabilidad, los inversores que
temen pérdidas pueden vender en masa, lo que eleva la volatilidad de ciertos
activos y, en consecuencia, aumenta su beta. Este comportamiento refleja un
aumento del riesgo percibido, aunque la volatilidad pueda estar más ligada a
factores emocionales que a fundamentos económicos.
3. Impacto de la disonancia cognitiva y
la resistencia al cambio: La disonancia cognitiva se manifiesta cuando los inversores enfrentan
información que contradice sus creencias previas sobre el riesgo de un activo.
Para reducir este malestar, pueden ignorar señales de riesgo y continuar
comprando activos con alta volatilidad, lo que podría afectar su beta al
mantener una demanda inusual. Por ejemplo, si se cree que un bono es
"seguro" debido a su estabilidad pasada, los inversores podrían pasar
por alto cambios económicos que sugieran un aumento del riesgo y la volatilidad
futura.
4. Efecto del exceso de confianza y el
"beta irreal": Los inversores con exceso de confianza pueden subestimar el riesgo de
ciertos activos, pensando que sus decisiones de inversión son superiores o que
tienen información única. Esto puede hacer que ignoren un beta alto en su
evaluación de riesgo, lo que incrementa la demanda de activos riesgosos sin una
correcta valoración del riesgo. Esta conducta puede llevar a una volatilidad
sobreestimada o subestimada en los mercados, distorsionando el beta y la
percepción del riesgo real.
5. Reacciones exageradas a eventos
externos: Las
noticias y los eventos externos, como cambios en las políticas gubernamentales
o crisis financieras, pueden desencadenar respuestas emocionales en los
inversores que amplifican las fluctuaciones de precio. Esta sobrerreacción
eleva la volatilidad, reflejada en un beta elevado. Las emociones como el miedo
y la incertidumbre tienden a exacerbar estas reacciones, especialmente en
activos sensibles a cambios macroeconómicos o políticos, como los bonos
subsoberanos.
Para finalizar
Estos factores emocionales y sentimentales en los
inversores generan una volatilidad que no siempre responde a cambios en los
fundamentos del activo, sino a la psicología de los participantes del mercado.
Esto explica cómo el sentimiento y las emociones no solo afectan el
comportamiento de los precios, sino que también pueden hacer que el beta de un
activo sea un reflejo parcial de la volatilidad “emocional” del mercado,
complicando la estimación de riesgo y retorno esperados en finanzas
corporativas.
Bibliografía
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Este artículo clásico de William Sharpe introduce el
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Junto con el trabajo de Sharpe, este artículo es uno
de los pilares del CAPM, ofreciendo una base para el uso del beta en la
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·
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Fama y French cuestionan la efectividad del CAPM y del
beta como único determinante del riesgo, introduciendo factores adicionales y
planteando dudas sobre el papel del beta, lo cual es relevante al pensar en
cómo factores conductuales podrían también afectar el riesgo.
·
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La Teoría de la Prospectiva de Kahneman y Tversky
introduce conceptos de aversión a la pérdida y el sesgo de sobreconfianza,
fundamentales en finanzas conductuales para entender cómo las emociones y los
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·
Shiller, R. J. (2000). Irrational Exuberance. Princeton University Press.
Este libro analiza cómo los sentimientos de euforia y
pesimismo en los mercados generan burbujas y colapsos, ilustrando la influencia
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Este estudio explora el impacto del sentimiento del
inversor en los rendimientos de las acciones y es fundamental para comprender
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Thaler analiza cómo la incorporación de la psicología
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Este libro es un compendio sobre finanzas conductuales
y explica en profundidad cómo los sesgos cognitivos, como la disonancia
cognitiva y la aversión a la pérdida, influyen en las decisiones de inversión y
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De Bondt, W. F. M., & Thaler, R. H. (1985). Does the Stock Market Overreact?
Journal of Finance, 40(3), 793–805.
Este artículo analiza cómo los inversores tienden a
reaccionar de forma exagerada a la información reciente, afectando la
volatilidad y el beta de los activos de manera que no siempre refleja los
fundamentos subyacentes.
· Akerlof, G. A., & Shiller, R. J.
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Spirits: How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters for Global
Capitalism. Princeton University Press.
Akerlof y Shiller examinan el papel de los factores
psicológicos en la economía y los mercados financieros, ofreciendo una visión
amplia de cómo las emociones pueden influir en la percepción del riesgo y la
volatilidad.
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